Como una jauría de perros hambrientos. Es así como reaccionó la propaganda hegemónica al conflicto entre la compañía militar privada Wagner y el Ministerio de Defensa ruso.
Y es que necesitaban como agua en el desierto algo que sustente su falsa narrativa sobre una situación supuestamente crítica en Rusia, en un contexto en el que la llamada "contraofensiva" ucraniana resultó ser un rotundo fracaso, una grandiosa bofetada a una OTAN que armó al régimen de Kiev hasta los dientes y está viendo cómo sus enormes desembolsos financieros y no menos colosales sacrificios humanos acaban en nada.
Por si fuera poco, Rusia, además de los éxitos en el campo de batalla, está sorprendiendo al mundo con los éxitos en el campo económico, tratándose de su impresionante capacidad de mantener el crecimiento de la economía nacional, así como una inflación y una tasa de desempleo literalmente por los suelos, en un gran contraste con la cada vez más deplorable situación en todos los campos de los patrocinadores occidentales del régimen ucraniano.
En este contexto, a la propaganda occidental le vino como anillo al dedo lo calificado por el mandatario ruso, Vladímir Putin, como una "traición" por parte del jefe de Wagner, Evgueni Prigozhin, quien se sublevó contra el Ministerio de Defensa ruso por estar en desacuerdo con su manera de hacer frente a la agresión de la OTAN contra el gigante euroasiático.
Contrario al humo que está vendiendo en estos momentos la propaganda hegemónica, la revuelta de Wagner, que tanto entusiasmó al Occidente colectivo, solo condujo a una mayor unidad del pueblo ruso en torno al líder nacional.
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