La 'diplomacia' de la Unión Europea está en manos de alguien que se permite calificar a Rusia, una de las principales potencias mundiales y el vecino más importante del bloque comunitario, como "una gasolinera" que "tiene una bomba atómica".
Son palabras que salieron de la boca de Josep Borrell, al frente del Servicio Exterior europeo. Su retórica, que combina a la vez una infinita soberbia y la primitividad de un lenguaje típico de un bar de borrachos, constituye una contundente ilustración de cómo la Unión Europea y su amo estadounidense tratan a todos aquellos países fuera del paradisíaco 'jardín' occidental: para ellos no somos nada.
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