Cuanto peor es la situación interna en los países del Occidente colectivo, es decir, EEUU y sus súbditos europeos, más y mayores armas envían a su fracasada guerra contra Rusia a manos de un pueblo ucraniano convertido por la OTAN en su carne de cañón. Alemania, país prácticamente destruido por su canciller, Olaf Scholz, es un caso paradigmático en este sentido.
El país, que pasó de ser la locomotora de Europa a convertirse en el hombre enfermo de Europa —tal y como lo calificó la agencia Bloomberg, refriéndose al deplorable estado de su economía—, baraja entregar al régimen de Kiev misiles de largo alcance Taurus. Son armas capaces de impactar contra objetivos a una distancia de hasta 500 kilómetros.
Volodímir Zelenski, quien se hace llamar presidente de Ucrania, ya se frota las manos soñando con usar los proyectiles alemanes con tal de destruir por completo territorios como la península rusa de Crimea y, sobre todo, el tan odiado puente que la conecta con el resto del gigante euroasiático.
Unos sueños que no se cumplirán nunca, mientras que una economía alemana golpeada por Olaf Sholz sí es una realidad aquí y ahora. Durante su mandato, la recesión se ha convertido en el día a día del país germano, sin que se vea ninguna luz al final del túnel, tal y como apuntan los desalentadores pronósticos del Fondo Monetario Internacional y hasta del propio banco central alemán, el Bundesbank.
Tras la 'sabia' decisión de Olaf Sholz de rechazar las importaciones de gas ruso –una decisión promovida también por el amo estadounidense, el más probable autor intelectual y material de los atentados terroristas contra los gasoductos Nord Stream–, iluminar el oscuro túnel en el que metió a Alemania su canciller se ha convertido en un lujo inaccesible.
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